
La contaminación electromagnética, también conocida como electrosmog, es un fenómeno cada vez más presente en nuestras vidas. Si bien solemos asociarla al uso del teléfono móvil, lo cierto es que esta forma de contaminación abarca un espectro mucho más amplio.
En este artículo, nos centraremos en la contaminación electromagnética generada por los aparatos eléctricos y electrónicos que tenemos en nuestros hogares y lugares de trabajo. Estos dispositivos, al estar enchufados a la red eléctrica y en funcionamiento, emiten campos eléctricos y magnéticos que pueden tener un impacto negativo en nuestra salud.
¿Cómo nos afecta la contaminación electromagnética?
Nuestro cuerpo es sensible a los cambios rápidos de los campos magnéticos. La naturaleza nos ha provisto de un campo magnético terrestre que, si bien no es constante ni uniforme, presenta una variación lenta en el tiempo. Sin embargo, la generación de electricidad, la electrificación y, sobre todo, la implantación de la corriente alterna han modificado drásticamente este panorama.
Exposición constante a campos magnéticos
La exposición a campos magnéticos generados por aparatos eléctricos y electrónicos se ha vuelto prácticamente constante. Esto supone un problema, ya que no hemos evolucionado como especie a la misma velocidad que nuestra tecnología.
¿Cómo medir la contaminación electromagnética?
Existen normas técnicas que establecen los niveles considerados seguros de exposición a campos magnéticos. Por ejemplo, la Norma Técnica de Medición en Baubiologie (SBM-2015) clasifica los niveles de la siguiente manera:
¿Qué podemos hacer para reducir la exposición?
Si bien la contaminación electromagnética es un problema cada vez más preocupante, existen algunas medidas que podemos tomar para reducir nuestra exposición a estos campos:
Es importante tomar conciencia de los riesgos de la contaminación electromagnética y tomar medidas para reducir nuestra exposición.